lunes, 5 de agosto de 2013

EL OSO Y EL CAZADOR

Este es mi post 75 y con él, quiero homenajear a esa gran sección que tanto gusta (bueno, a lo mejor es exagerado decir tanto) a mis lectores. La sección es Grandes Chistes de la Humanidad. El de hoy es un clásico entre esta clase de chistes geniales. Probablemente os lo sepáis todos pero si no es así, disfrutadlo:

A Juan, de pequeño, las películas que más le gustaban eran las aventuras, sobre todo si tenían que ver con exploradores que iban de caza. Así que lo primero que hizo con su primer sueldo fue organizarse un viaje para cazar. 
Como empezó a trabajar en esta época de crisis que nos ha tocado vivir, su sueldo de becario solo le valió para hacer un viaje a la España más profunda y recóndita. Aunque él había soñado con adentrarse en la sabana africana no le importó que su primera vez fuera en los bosques españoles en busca de una pieza, por pequeña que fuera, que pudiera conseguir. 
Los primeros días ni vio ni cazó nada. Con su presupuesto reducido, no tenía muchas armas. Solo una escopeta y una caja de cincuenta balas. Como su única experiencia la había conseguido viendo películas no tenía ni idea de donde buscar. Hasta que al quinto día, cuando pensaba que su sueño de cazador se iba al garete lo vio. Un oso gigante, o eso le pareció a él, que estaba bebiendo agua de un riachuelo. 
Juan cargó la escopeta apuntó intentando que no le temblara mucho el pulso e hizo el primer disparo. Como es lógico falló. El oso, se dio la vuelta y miró a Juan moviendo la cabeza. Juan notó un brillo especial en la mirada del oso que le dio miedo.
Volvió a disparar y volvió a fallar. El oso seguía moviendo la cabeza como diciendo "eso no se hace tío, que me vas a hacer daño". Juan cada vez más nervioso porque el oso se estaba acercando peligrosamente, acabó con todas las balas sin haber acertado con ninguna. 
De repente, el oso estuvo tan cerca de Juan, que este vio una especie de brillo de inteligencia en los ojos del oso. Cuando pensaba que allí acabaría su vida como cazador, el oso en vez de comérselo, dio la vuelta a Juan, le bajó los pantalones y le violó allí mismo. 
Una vez hubo terminado, el oso se fue por donde había venido dejando allí a Juan pensando si no hubiera sido mejor haber sido devorado.  
Juan volvió a su casa y planeó su venganza. Por supuesto no le contó a nadie lo que le sucedió con el oso. Empezó a hacer horas extras como un loco para tener más dinero y así tener más armas para enfrentarse al oso. 
El año siguiente, por las mismas fechas viajó al mismo lugar. Pero esta vez en vez de escopeta, llevaba varios rifles de caza con visor y de alto calibre y más de quinientas balas. Esta vez era imposible que pudiera fallar el tiro. 
Le volvió a pasar lo mismo que el año anterior, los primeros días, nada, pero cuando pensaba que el oso no iba a aparecer lo vio en el mismo sitio que el año anterior. Estaba vez con el visor le tenía perfectamente localizado, hizo un primer disparo y...volvió a fallar. Juan no se lo podía creer. El oso se dio otra vez la vuelta, volvió a mirar a Juan con aquella mirada que tanto le asustó y se fue para él.  
Juan gastó toda la munición y no acertó ni una sola vez en el oso. Cuando estuvieron frente a frente volvió a pasar lo del año anterior, el oso le dio la vuelta y le violó. 
Y así pasaron varios años más. Juan se dedicaba a trabajar todo lo que podía y más para tener mucho dinero y comprar las mejores armas y así no fallar cuando tuviera en el punto de mira al oso. Pero no era así, volvía a herrar todos los disparos, se quedaba sin munición y el oso se le acercaba. Ya no hacia falta que el oso diera la vuelta a Juan, este ya lo tenía asimilado y lo hacia solo. Se ponía a cuatro patas y dejaba que el oso le violase. 
El décimo año Juan pasó de rifles y demás armas de cazador. Esta vez se llevó granadas, un lanzallamas, tres bazukas, varios morteros y un tanque. Vamos que en vez de cazar parecía que iba a la guerra. 
Y sucedió la rutina de siempre, ni rastro del oso los primeros días y el último se lo encontró bebiendo en el riachuelo. Esta vez Juan atacó sin miramientos. Lanzó todas las granadas, usó el lanzallamas, los bazukas y los morteros. Se subió al tanque y disparó hasta quedarse sin munición. Cuando hubo desparecido el humo provocado por todas las explosiones, el trozo aquel de bosque quedó como si hubieran rodado allí la película de Depredador. 

Juan no se lo podía creer, por fin había acabado con el oso, pero de repente oyó moverse algo detrás de él y cuando se giró le vio. Allí esta el oso, sin un rasguño y con esa mirada de inteligencia que tanto le asustaba. Juan se disponía a darse la vuelta para proseguir con el ritual cuando el oso sorprendentemente le dijo: 
- Oye Juan, tú aquí no vienes a cazar, ¿no?

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